









Una Smart City, o ciudad inteligente, se puede describir como aquella ciudad que aplica las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) con el objetivo de proveerla de una infraestructura que garantice:
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Un desarrollo sostenible.
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Un incremento de la calidad de vida de los ciudadanos.
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Una mayor eficacia de los recursos disponibles.
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Una participación ciudadana activa.
Por lo tanto, son ciudades que son sostenibles económica, social y medioambientalmente. La Smart City nace de la necesidad de mantener una armonía entre estos aspectos.
Se prevé que en el 2050 un 85% de la población mundial viva en ciudades. Este hecho hace que en las siguientes décadas los núcleos urbanos tengan que afrontar un número creciente de problemas ligados a este hecho, como:
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El abastecimiento energético.
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Las emisiones de CO 2.
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La planificación del tráfico automovilístico.
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La provisión de bienes y materias primas.
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La prestación de servicios sanitarios y de seguridad a todos quienes residan en estos enormes y masificados centros de población.
La filosofía Smart City se está llevando a cabo, cada vez más, en proyectos que implicarán la transformación de muchas ciudades, en Smart Cities.
Para que una ciudad reúna las condiciones de una Smart City, esta ciudad inteligente debe tener:
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Un desarrollo económico sostenible.
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Una buena gestión de los recursos naturales a través de acción participativa.
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Un compromiso firme entre las administración pública y los ciudadanos.
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Un compromiso con su entorno, elementos arquitectónicos de vanguardia, y donde las infraestructuras están dotadas de las soluciones tecnológicas más avanzadas para facilitar la interacción del ciudadano con los elementos urbanos.